El fin de semana estuvo lleno de sol escondido entre las nubes pero lo suficientemente fuerte para chapear y pintar brazos disparejos, suerte que llevé manga larga y aunque mi atuendo no encajaba en ningún grupo al menos me salvé de pintarle más rayitas al tigre.
Amor adiós, no se puede continuarya la magia terminó…Cantaban Los Bunkers y ahí mi amiga no se quejó como con San Pascualito Rey, ay pero a mí sí me gusta, pero Frid si está bien feo (wtf?, yo digo la canción), su aburrimiento fue salvado por el tacubo Rubén.
Ella calificaba a todos los vocalistas y se los imaginaba en su vida matrimonial, me daba risa y un poco de susto, ¿a qué edad llegamos?, quienes nos rodeaban lo decían todo, apenas rozando los veintes.
Sh, que llueve sobre la ciudad es mi himno semanal.
Leonardo sin camisa y el viejerío gritando, pero ¿ppppor qué?, con razón las chavitas estaban ávidas de mostrar sus encantos al levantarse la playera (uy, uy) supongo que se compadecían de la poca presencia femenina en los escenarios. A mí me tocó ver solo a Ximena Sarñana, corrí y corrí tras su escenario (pero señorita, córrale que es para el otro lado) y ahí voy, en mi camino me topé con un pedacito de Paté de Fuá, allá el alma solitaria que se avergonzaba un poquito por la ñoñez, pero pues qué soy fan y ahora más porque la muchachilla me cayó rebien.
Me perdí a la mitad de Kinky y creo que dos de Zoé, Olallo Rubio tiene razón al burlarse de la pachequez de León, notable a leguas.
Jaguares siempre tendrá algo de Caifanes y aunque buscamos huir de ese escenario siempre volvimos porque contra la célula que explota nada se puede hacer. Tanta fue la emoción que hasta León reapareció solamente para abrazar a Saúl.
Mi día terminó solitario, mi compañía se negó a ver a Andrés Calamaro y se fue tras La Lupita, ahí se ven, entonces me ví rodeada de gente abrazada y compartiendo, me sentí frijolito en frascote de mayonesa. Los alcancé con el Instituto Mexicano del Sonido que a mí me sirvió para comer una hamburguesa caríiisima y para de plano tirarme en el suelo a tratar de descansar.
El domingo de nuevo, la amiga de mi edad y yo nos seguimos sintiendo abuelitas, pero la lluvia fría nos hizo despertar, un impermeable rosita que sirvió la primera vez pero ahí estuvo esperando a desaparecerse justo antes de... sí, volver a llover, gracias casualidad.
Empezamos con Los Daniels que las veinteañeras adoraban y yo bleh, el Daniel que me interesaba era el de la Gusana Ciega, pero faltaban unas dos horas más, lo poco que alcancé a distinguir de Vetusta Morla no estaba tan mal, si lo recuerdo buscaré algo más.
Mi amiga y yo esperábamos emocionadas cuando el resto de nuestra compañía espetaba un: "pero si ya está ruco" nosotros sólo levantamos el puño y un "¿Qué les pasa... imberbes?" al final no lo fue tanto porque su petición de bras fue respondida, y durante media hora pensé: sunday i'm in love.
División minúscula fue olímpicamente ignorado y aprovechamos para satisfacer necesidades básicas (todas aptas para menores). Molotov recordó fiestas preparatorianas y los brinquillos aminoraron el frío, eso y que el espacio individual era todo menos respetado. Los fabulosos, amados por todos pero para mí son unos sangrones, aunque bueh, la ondita sí la tienen.
Nortec era el momento para irse, pero entre evitar las aglomeraciones y recobrar miembros del equipo perdido hubo tiempo para bailar y bailar, ay no sabía que eso me gustara tanto. Si algunos me leen me tacharán de mentirosa, pero no lo soy, hay formas de sacar lo que se siente y esa fue una de ellas, unos minutos de liberación.
Después, volver a la rutina.
Y cerrar el telón.
Aunque la promesa de Placebo para el 30 de septiembre es una luz.