Pasa la tarde, muere y llega la hora de la noche, lástima que la parte vampira murió. Antes era más fácil ser feliz: las bebidas congeladas, las lluvias, las pláticas interminables y los atardeceres. Vivían los sueños de fotografías, letras y dibujos; apenas sobreviven con vida artificial en espera de la cura milagrosa. Acá la investigadora en vacaciones indefinidas, en esas interminables y llenas de hastío, de despertarse tarde solo porque no se tiene qué hacer. Las cosas mejorarán, uno se dice. La mejora no se busca, se trabaja. ¿Entonces?
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