martes, 23 de febrero de 2010

Re-inicio.

La relación amor-odio con el sol se inclinó al lado favorable esa tarde mientras esperaba apoyada en el carro viejo con la piernas descubiertas pegadas al metal caliente. El aire acondicionado nunca funcionó y afuera se estaba mejor que adentro. No parecía querer disminuirlo, con las botas de cuero y el cigarro encendido consumiéndose entre los dedos, el miedo a los dientes amarillos hacían de su hábito un adorno a la acitud.

Sacó unas cuantas monedas de la bandolera y decidió entrar a la tienda mientras el acompañante terminada de indicar el aceite, el aire en las llantas y todas esas cosas que no entendía. Dos latas de sprite y una bolsa de doritos serían los acompañantes.

La radio sintonizaba un par de estaciones, pero gracias a algún tipo de cielo en el que aún creía podrían hacer uso de todos los mixtapes que resumían su historia. La gasolina fue el último detalle. Subieron casi en sincronía y arrancaron. Era la huida perfecta. Empezaban la vida de la que ninguno de sus antiguos conocidos sería testigo jamás.

domingo, 21 de febrero de 2010

Tendrán que...

pasar varios años para lo haga una recopilación de lo que vivo hoy.

Con eso de que me gusta hablar del pasado.

Las letras serán pocas con eso de que falta una pizca de emociones.





sábado, 20 de febrero de 2010

Dejar el nido.

Llevo varios días pensando en la idea de independenciay que a mis casi 30 años no me resulta tan cómodo depender de mis padres. El no y el tan son agregados porque estar en casa tiene las mejores ventajas del mundo, nunca estar solo, tener comida casera, ropa limpia y una recámara con tv e internet que no debo pagar, ahí es donde los contras entran al desquite, el principal es estar en la lista de aquellos que no se fueron, y eso en una ciudad pequeña tiene una gran etiqueta de fracaso.

Hace años me fui a estudiar en otra ciudad, ahí reforcé el gusto por la soledad, siempre con el arnés invisible de la familia que no dejaba caer, sobre todo cuando no trabajaba y cada semana aparecía como por arte de magia dinero en mi cuenta. Lo más independiente que hice fue decidir gastarme ese dinero en un papel carísimo e inecesario para un trabajo que pudo realizarse con uno diez veces más barato o en escoger unas ruffles con queso y un frasco de nutella para comer (anemia y peso extra a mí).

Después el primer regreso a casa.

De ahí el primer salto lejano, al norte, aquello que parecía una simple semana de vacaciones se convirtieron en 8 meses en un ambiente distinto al que estaba acostumbrada. Un trabajo algo monótono pero gente agradable que me ayudaba a pasarla bien. Intenté a aprender a manejar, me resistí a cambiar mi refresco por su soda pero no pude escapar a que el acento golpeadito se pegara al mío, al cantadito que algunos de allá confundían con el chilango; o a que mi ciudad se perdiera por la idea de un mar para nada cercano. Estando allá llegó mi primera oportunidad de trabajar en lo que quería: construcción, pero tenía que volar hasta el sureste, al dichoso Caribe mexicano.

Fui a dar a una isla, donde aprendí que me faltaba el carácter para lo que en ese entonces creía era mi vocación, agarré fuerza de quién sabe dónde y resistí. Al año me regresaron al continente, la ciudad de vacaciones soñadas por excelencia, al menos de aquellos a los que les gusta la playa. Yo aprendía a querer el mar, y cómo no si a diario convivía con él, en el trabajo nos dedicábamos un poca destruir la naturaleza, digo sin no mucha vergüenza, eso de tener condominios entre el mar y el manglar da una vista increíble, pero los cocodrilos jamás volvieron a salir con la misma frecuencia.

Un año más y el trabajo en la gran compañía se terminó y como regalo de consolación me ofrecieron un nuevo traslado, otra vez al otro lado del país y a otro mar. Deje ese cabo suelto y volví a casa.

Por segunda vez.

En el descanso se atravesó una vesícula inservible, una operación, algunos kilos de menos que después recuperé y muchas entrevistas en el Distrito Federal, la ciudad más grande y cercana al hogar. Aprendí que el metro y google maps eran mis mejores amigos y logré entrar a un despacho pequeño con ambiente más agradable, tuve un jefe que hizo algún comentario de mi nombre y la relación con la religión que profesa para terminar en una plática sobre las elecciones para presidente en EU. Al final las cosas no resultaron como se planearon y volví a casa a encontrar un pequeño ingreso que por no pagar renta, transporte ni alimento resulta similar al que tendría viviendo en otra parte. Al fin de cuentas los mexicanos nos excusamos en la falta de oportunidades y la tradición familiar para quedarnos en casa.

Ha pasado más de un año y la no adolescente (adulta debería decir) en mí sabe que tiene que irse, que aquellas veces en que he conseguido trabajo pero el miedo a vivir con el dinero justo ya regresar a una casa donde nadie me espere debe terminar. Las cartas se han echado decenas de veces y siempre he optado por rechazar el juego, supongo que esto no puede continuar al infinito.

Es solo que quisiera hacerlo por algo que valga la pena, un fin mayor, saber que arriesgaré la comodidad por algo que me guste, no se si sea por la vocación, por el dinero, por la compañía o por descubrir horizontes. Sé que es hora, pero eso de encontrar rumbo y tomar vuelo lleva mucho más tiempo de lo que pensé.




sábado, 6 de febrero de 2010

Cae la noche & play

Cae la noche es un inicio tan trillado que la alegría de lograrlo provocará el final más feliz de los últimos días, sin ser tan catastróficos como los creyentes, aquellos que creen saberlo todo, como si fuera un gran logro averiguar que estamos por llevarnos al traste todo. Al traste, o fregarnos nosotros mismos, jodernos pues, es la pena de jamás decir groserías en voz alta, se piensan y se sienten, se guardan y ahí mueren.



La noche cayó, la música subió de volumen y aunque no hay con quien compartirla es hora de invitar los refrescos, sería vino si mi gusto fuese más refinado, pero falta tanto por viajar y tanto por vivir que me quedo catalogada con los simples de este país consumidor principal de agua carbonatada, como referencia a aquel viejo libro de Rius. Aquel que no leyó a Rius en su adolescencia se ha saltado un paso: el de la rebeldía, aunque haya sido de clóset con la playera del Ché guardada y el libro de marxismo que nunca se leyó.

Llegará la hora de dormir y el insomnio provocado sorprenderá.

lunes, 1 de febrero de 2010

01022010


Las noticias son devastadoras, la cuesta de enero parece no irse, vienen las fiestas de la ciudad y la falta de lavadora hace estragos. Las peores desgracias pasan enfrente y los pequeños problemas agobian con culpa por la superficialidad. Esta vez no es tiempo de decir cosas bonitas, esta vez me las guardo y solo paso a saludar. Hola mundo, gracias por soportar a tus peores huéspedes, prometemos mejorar.

¿Verdad que sí?