Vendido.
Ya guardé en una caja a mi hombro, entre bolitas de unicel y cubierto con papel china.
No lo quisieron, y eso que lo había reconfigurado para que ofreciera confort y hasta le añadí un recubrimiento inoxidable (blandito, apto para chilladeras y aromatizado...así como a jueves en una tarde de infancia).
A mis brazos, mis oídos y mi boca los mandé a dormir.
Quiero que me dejen sola con mis ojos.
Los que ya no recuerdan. Los que muestran los mañanas. Los que tenía descuidados.
Tiempo de reusarlos.
El letrero de "Disponible" afuera de mi puerta sigue resistiendo.
Pero yo, ya no sé.
Si el teléfono suena contestaré que ya me vendí.
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