Muerte y cocina
Hace unos instantes leí un blog en donde el dueño está seguro que morirá en un viaje. Como un recuerdo vago, sé que de niña pensé que moriría joven, en alguna etapa de mis veintes. Cuando se lo dije a mi mamá me ignoró, quizá la importuné mientras hacía la comida y no pudo escucharme con atención...Supongo que fue en ese momento, las pláticas en mi familia siempre son en ese lugar de la casa: la cocina, el punto neurálgico de nuestro hábitat. Cuando alguno de los hermanos llega (ya casi nadie vive en ella, excepto mis papás y yo que por fines estudiantiles estoy menos del 30% del año allí...lo que ha provocado que extraños, léase nuevo sobrino se adueñen de mi recámara; y mi hermano, que en este momento no tiene un trabajo estable y se apoya un poco en mis papás) siempre lo reciben con algo de comer, y lo que sigue es un rato de probar lo que hace mi má intentando dejar tiempo entre bocado y bocado para hablar de lo que ha pasado, una especie de reactualización en la bitácora familiar. Pero cuidado, éstas charlas podrán hacerse comiendo, pero nunca cuando se preparan esos alimentos, si se distrae a la cocinera podrá culpársele del exceso u olvido de sal, cocimiento o batido, así que en esos momentos es mejor o sólo sentarse a ver la televisión que hay al lado de la licuadora y el horno de microondas (qué más, como tantas también mi familia gira un poco entorno a este aparato, ni cómo remediarlo), u optar por dar la media vuelta e irse a la planta alta a hacerse el tonto antes de que le pidan hacer algo productivo. Supongo que esa fue la razón por la que mi comentario no fue tomado en cuenta, o porque lo dije aún siendo niña y no fue tomado más que como una forma de llamar la atención. Tal vez si era así, pero lo inquietante es que esa intuición sigue latente, y realmente no me gustaría que se hiciera realidad, mi alma mortal aún tiene miedo a separarse de mí.
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