Son 14 líneas, las acabo de contar, alternan dos tonos de rosa, uno pálido, el otro contrastantemente oscuro, impregnados con un aceite desconocido, sin aroma, rodean mi muñeca y no cumplen su destino, la ternura, sólamente vista en la niña que me vendió la pulsera, en nada ni en nadie más, no más credibilidad, no más dar, ya no.
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