Sin nada sobre qué escribir, la inspiración se fue...
igual que la energía que impulsaba a la paz que corría por las arterias,
igual que los deseos pedidos expulsando aire con un poco de saliva, (ciéguense ante esta última palabra los ojos delicados) sobre las velas de pasteles de cumpleaños,
igual que las promesas de triunfos mundiales que se garabateaban en la libreta de Cálculo integral en la preparatoria,
igual que el calor del abrazo por el pequeño gran triunfo alcanzado,
igual que los risa sincera de la felicidad que duraba por días y días,
igual que el gusto por el helado de chocolate y los vagabundeos en las mustias tardes lluviosas,
igual que el miedo a la obscuridad,
igual que el desdén a todo lo que tuviera un tinte insulso,
igual que las pláticas en el clóset donde se comían Carlos V,
el loco intento de alcanzar la genialidad al darle usos innovadores a objetos cotidianos,
las representaciones de pequeños musicales observados por el público formado por un solo espectador (obligado),
las historias en que la villana (yo) no dejaba que el cuento terminara feliz,
las llamadas telefónicas con bromas que nunca resultaban a causa de la voz infantil,
igual que aquellas amigas junto con las que se ideó todo,
igual que otras tantas cosas que al parecer se alejaron,
igual que tarde se notó la falta de su regreso.
Se gusta pensar que desviaron el camino y no encuentran la forma de repatriarse,
se aleja del pensamiento un posible odio y desdén por la compañía de quién antes era su dueña, se niega a pensar en esa posibilidad que punzaría como astilla permanente encajada en el nervio más perceptivo.
Quizá se les debió dar ese mapa ininteligible y desechado por la abandonada,
quizá alguno de los emigrados podría descifrarlo y traer a los demás de regreso,
quizá no se debió dejarlos sin atención,
quizá, quizá, quizá, quiz, qui, (pregunta, qué).
Se ofrece recompensa a quien sepa dar referencia sobre su paradero,
díganles que se les extraña,
urge su retorno.
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