Esa es la diferencia, yo no le pido que se quede, le imploro, le ruego, le ordeno que se marche, lejos, mas allá de los recuerdos, atrás del horizonte que a duras penas puedo ver entornando los ojos, acompañando el vuelo del eco que el viento provoca al rozar la tierra.
Sobre todo le pido que no olvide nada, cualquier resto, cualquier migaja suya sería fatal, integrante de los seres que se autoreproducen, tan sólo su aliento abandonado en la cavidad de mi oído lo volvería a recrear, renacimiento completo, no sólo en memoria, también en piel y sangre, obligada a llevarlo atado a mi muñeca izquierda aquél lazo me provocaría úlceras, y no las quiero.
Por eso a diferencia de tantos abandonados, no le pido que se quede, mi súplica es por su desaparición total. sin más.
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