viernes, 23 de julio de 2004

En mi ventana veo brillar...

Mi hermano dice que las que vieron Candy Candy viven pensando que el amor es sufrir, complejo de víctima.

Yo digo que la mayoría nos convertimos en Candy freaks, y no nos da pena, o nos da por un periodo corto, y después... la desinhibición.

Tengo en la memoria las tardes cuando regresaba de la secundaria y esperaba ansiosamente que dieran las 4 de la tarde para que empezara la melodía de si me buscas, tú a mí, me podras encontrar...tururúuu, para mantenerme hipnotizada por media hora.

Mi época favorita, la mejor para llorar por la desgracia de Candy por la peor-mejor-amiga-que-conozco-odiosa-Annie y suspirar al compás de un eres más linda cuando ríes que cuando lloras que pronuncia el prícipe de la colina (sin albur), su "adopción" para llevarla de sirvienta con los envidios Elisa y Neil Leagan, la fuerza que renacía en ella cuando observaba la cruz que le regaló la hermana María quien, junto con la Señorita Pony nunca envejece, el romance infantil entre Candy & Anthony, los primos eternos enamorados de la niña que nunca cambió de peinado Archie y Alistair, la escena más trágica de funeral en un anime que he visto (pobre Anthony, murió tan joven), el rebelde de Terruce Grandchester que al final se convierte en un actor de teatro famoso (y con acento británico) que perdona a la madre que lo abandonó desde niño para evitar el escándalo por ser madre soltera, aquel aristócrata malcriado (Archie dixit) que deja atrás a su padre el Duque, pero, ¡oh horror de horrores!, tal perfección de personaje se queda con la lagartona más odiosa del universo entero: chantajista y chillona, Susana-argh, el añadido de la innecesaria muerte de otro de los Andley en su puesto de aviador en la 1a guerra mundial: Stear y más lágrimas, un Albert que al final se desdibujó de mi corazón por no permitir la reconciliación de Terry con lo único bueno que había pasado en su vida, y el final más insatisfecho que he visto, aquel que nunca pude aceptar y me llevó a crear finales alternos con mi amiga de toda la vida.

Candy fue la primera cosa que busqué cuando descubrí internet, la primera página que descubrí: el ciberhogar de Pony , dueño del fanfic que en mi mente se grabó como el verdadero final, de allí pa'l real descubrí más y más sitios, todos diferentes y de gustos variados: x-files, e-books, mi boom del e-mail y un tanto después: los blogs. Así que, si me voy al origen, fue mi trauma llorosa de la adolescencia que se empeñaba a ser niña, la que me hizo conocer a lo mejor que me ha pasado. Ese mejor que me ha pasado sabe a lo que me refiero.



Alabada sea Candy.
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Pd. ¿El sufrir en el amor? puede irse a chiflar en la loma. Chau.

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