martes, 10 de agosto de 2004

Recuerda el día en que tu pupila vertió su negrura y la mirada se volvía inhumana, tan cruel. Piensa en la ocasión cuando las astillas en los pies tiernos producían la emoción necesaria para lanzarte como actriz. Un poco más de esfuerzo y tendrás el sabor amargo debajo de la lengua, meses atrás, con lágrimas que carecían de sentido.

Hoy, aquellas sensaciones vuelven difusas, porque tengo miedo, el miedo de un recorrido nuevo. Quiero esperar.

El ventilador suena tan intenso, es la noche, la madrugada que acentúa las sensaciones indeseables. Hay sudor frío en la espalda y cabello revuelto en la soledad, qué puede significar si no una terrible angustia. Angustia para una mujer con pocas preocupaciones, tan pocas y tan insignificantes. Tan importantes para ella. Tan intensas.

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