miércoles, 25 de agosto de 2004

De nados.



Son insuficientes las historias de alguien que se recluye en una esfera, que no acepta llamadas del exterior ni vestigios del pasado.
Prefiere crear sus días, siendo imposible cuando las combinaciones se han agotado.

Quizá agite moléculas y licue átomos hasta hacer kaboom.


Cierra la libreta y se abriga con el suéter rosa que de tantas lavadas palidece al blanco que sus ojos debieran perder a causa de tanto insomnio monopolizador de ideas, pero su físico es resistente.

Resurge a la calle y comienza el nado entre la espesa niebla de un sueño que parece no terminar.



Añoranza.

Sé que el agua es tibia, como cierta piel que recuerdo, son las piernas que sienten el pequeño golpeteo de las olas provocadas por la poca privacidad del deportivo, la piscina compartida por decenas de clasemedieros ansiosos de pertenecer a un club social. Tendría que sumergirme para que mi rostro pierda el rictus de la inactividad. Aguantando la respiración para bucear lejos del mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario