El pensamiento constante cayó en su cabeza como piedra, invitándola a usarla, sus neuronas no querían conectarse en esa combinación, preferían un enfoque intensivo a la visita de la amiga que lloraba en su hombro (triste posición que se volvía cliché entre doliente y animador), la dolorosa buscaba consuelo, o tan sólo ser tomada en cuenta (una más a la sociedad), mojándole el suéter en una mezcla de sales y líquidos de tristeza y nostalgia, ¿qué más daba por hacer?, reconfortarla, acariciarle el cabello y después de invitarle una taza de té hacerla reír, ( además de asombrarse ante tanta confianza manifestada tan sólo por compartir un par de horas en el trabajo). Se le agradeció la ayuda y se dijo un hasta luego.
De nuevo el enfrentamiento al sin sentido, a sus respuestas y preguntas sin conexión y a lo insípido e incoloro de sus tiempos. Se reprochó los consejos dados a la que se marchó cuando no aplicaban en su realidad, se adoleció ante la hipocresía del falso interés en la vida de los demás cuando desconfiaba y rivalizaba con la suya . Vaciló antes de vaciar en su taza de té a medio consumir un chorro de tequila, una mezcla poco ortodoxa, única opción de su alacena, su garganta ardía, quemaba su interior, quería quemar también su pensamientos y sus voces. Cabizbaja, se dio cuenta que su experimento no resultaba, no la reconfortaba , no, no, más muchos otros tantos no que ni siquiera se molestó en enumerar. Otra vez recreó la posibilidad de desaparecer, pero ese pensamiento en el octavo segundo la hizo temblar, vibrando cada célula de su cuerpo ante su miedo e indecisión decidió tomar una siesta. No despertó hasta que su compañía grisácea y menguante en su eterno fondo negro llegó a su ventana para abrirle de nuevo la mente a la tormenta de sus por qués y su soledad.
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