domingo, 8 de febrero de 2004

Lucía

El pie que se sumerge en el lodo, y Lucía cree que los visitantes se han marchado, pero al acercarse a la ventana que da a la cocina voces con los últimos chismes de los Cortés vecinos le hacen saber la verdad. Quiere hundirse más, sin el miedo de encontrar gusanos entre el suelo. Espera afuera de su casa hasta la hora de la ducha llegará en media hora, aunque hace frío y los vellos de sus brazos se han erizado.

Con la historia en principios y finales que nunca llegan, en esta ocasión la palabra fin llegará con el agua recorriendo un cuerpo vacío de correspondencia, la desesperación por las visitas que no se marchan hasta entrada la noche impidiendo liberar su sala, sitio del té y galletas, y la voz de papá acaparada, sin concentrarse en su pequeña Lucía. Mientras el agua caliente escurre en su cabello y goteando al final de las pestañas, el anhelo de una toalla caliente recompensadora aparece(¿rá?).

Pero el final no llega y Lucía espera un final alternativo. Con lodo en los pies y un menos solitario morir. Padre que vive para ella, sin testigos.

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