A la antigua, afilando interminablemente un lápiz, hasta que las virutas de maderan ceden a la aparición de rizos de metal, el anillo que contiene a la goma va desapareciendo y el pobre borrador rosa es todo lo que queda entre las manos. Una actividad compulsiva, girar el lápiz y después el sacapuntas, alternando las muñecas cansadas. Notando el sinsentido del acto, suspirar, deshacerse de la basura y buscar entre las cosas un bolígrafo. Con él no hay manías.
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