sábado, 2 de abril de 2005

Promesa.

Son minúsculos pasos en los que camino, sin importar el agua helada, o el viento, o las campanas que me parecen monstruosamente desafinadas. Es el adoquín que hipnotiza y los globeros que se esconden tratando se salvar la mercancía. No hay paraguas, no busco cornisas. Es la danza que imagino bailar, Gene Kelly en mi mente. Son los árboles del zócalo, aquellos que amenazaban con tirar, soy yo pensando si me aceptarán en el café amenazando mojar las sillas, recuerdo que son de plástico y me animo, reviso con la mano mi bolsillo, siento un billete que acabo de sacar de un cajero salvador, podré obtener calor, sigo caminando y descubro que sigo encerrada en esta recámara a 40ºC. Tengo que volver a ese lugar.

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