Despacito abro un frasco, el de crema de avellanas que todos califican de chocolate. Es a escondidas, porque las calorías inmensas no deben ser probadas pasada la dulce infancia donde la pancita lechera era bien recibida. Es una cucharada y a comer, en recuerdo de las películas gringas, tristeza = chocolate. Cremosa depresión.
Aunque la tía solía decir que acariciar el lomo de un gato era relajante, la alergia ha impedido probarlo, además de la repulsión que causan los ojos altaneros. La jardinería es un fracaso en el desierto en que vivo y el dinero para masajes reiki se ha terminado.
El contenido de la felicidad es de 350 grs. Habrá que ir de nuevo al súper.
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