domingo, 25 de enero de 2004

Sueños a medias.

Hay un ojo gigantesco en medio del cielo, de iris oscuro, casi negro, pero alumbra como sol.

Todos tienen miedo, la vista de Dios, el fin del mundo, despídanse de lo que amen que el juicio se acerca.

Yo no tiemblo.

En medio de la calle entre hombros que chocan contra los míos y empujones que pretenden librarme de su camino. Pero soy fuerte, casi no siento las pisadas sobre mis pies ni escucho los gritos histéricos.

Mi único deseo es seguir mirando la pupila solitaria, sin parpadear.

Haznos saber de una vez qué es lo que quieres. Agrega rostro y acciones. La incertidumbre es la que aniquila.

Si tan sólo mi cuerpo me respondiera, si mis sentidos no se imantaran al cielo, si esta maldita parálisis de sueño me dejara descansar por una simple noche, al amanecer mi boca de profeta podría callarse de una buena vez y ser normal.

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