viernes, 30 de enero de 2004

Derretida

Esto no pretendía ninguna lucha, la esperanza no era citada, tan sólo la luz de una vela liviana, sumergida en la semipenumbra de un atardecer temprano. No importaba escapar de la realidad, de la oscuridad, ni de los demonios internos, la búsqueda era la suavidad de la cera entre los dedos y el empalagoso calor que la hacía llorar sin dolor físico. Era para ella, tan sólo el hastío de las tardes llanas.

Eran los recuerdos faltantes de aquellos días de escuela, del no novio en la secundaria y la sin inicio e inacabada amarga ruptura. Distante siempre en sus ojos simples, sin esencias de tierras aromáticas, ni la dulzura de una voz de mujer con ilusión.

Era tan lúgubre que al apagarse la vela su piel chorreó para fundirse con los restos, ¿su alma? Parece que se volatizó.

***

Hay días en que existe un ir y venir, una especie de ritmo entre la lluvia que cae, el vaivén de un trapeador, los flashazos de una cámara que pretende borrar kilómetros, el pasar de páginas, el tecleo constante. Cuando la respiración se siente y el pulso de una sien parece reventar.

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