Hace tres días encontré una caja de regalo afuera de mi caso, en una tarjeta blanca sólo una F garigoleada se dejaba leer, poco me importó el peligro de terrorismo o de broma pesada, y destrocé el envoltorio de un santiamén, bah decepción, ya me veía luciendo un brazalete de jade (estoy en mi periodo verde) para toparme con una bolsa de celofán con 7 granos de cacao cubiertos de chocolate. Una mordida golosa retornó a mis sentidos el disgusto por el corazón amargo de tal golosina, opté por chupar la cubierta de chocolate y dejar el grano pelón.
Era una niña que hacía espuma con el agua, sin ningún aditamento más, era la acción espumosa creadora dentro de él. Lo descubrió la primera vez que se lavó las manos por sí misma, el jabón se había terminado y aún así sus manos desprendían aroma de mar.
Había un hilo entre tu boca y la taza de café. Era la saliva espesa que brotaba de un diente derecho.
En el balcón de mi cuarto hay un limonero, por extraño que parezca, limita sus raíces al espacio desproporcionado de una maceta. Pero en las noches un grupo de hormigas sale a bailar, sí, he dicho a bailar, y no me importa si tras mi declaración surge credulidad de locura, que imposible es a menos que mis ojos mientan, cuando en las noches de luna nueva la cortina del ventanal descubre solamente mis ojos, una mirada sigilosa y metiche que influye en el aquelarre.
Una invitación a un aquelarre. Con sobre inmaculadamente blanco y un antiguo sello de lacre rojo. Tan sólo espero que el valet parking del sitio sea eficaz.
Hay veces que camino sin percatarme que mis pisadas abren dimensiones. 3:30 y salgo de mi casa (puntual) a los 5 minutos estoy en un puerto, lo sé por el olor a sal, a los 20 el aire frío me indica una sierra boscosa, los 30 y pies pisan grava, desierto o montículo descuidado por los albañiles. Aún no lo sé.
Existe un despiste, entre las 7 a 8 de la mañana se me olvida todo, no es que yo recuerde, pero siempre sufrí tal problema, lo sé por boca de mis profesores, mi familia y amigos. Dicen que mi mirada se pierde en un punto indefinido y mi boca se mueve para hablar en una especie de francés extraño, más extraña que mi pronunciación deberá ser que nunca he tomado una sola clase de idiomas, a mi la globalización y la cultura me viene valiendo un comino (o una semilla de ajonjolí, que más pequeña es).
Ahora son las 8:34 y una de mis “crisis” por darle un nombre ha pasado, Pero ¡Oh dolor!,
Debo confesar lastimeramente que no es una sola a lo largo del día, también ocurre de 10 a 12 y de 1:30 a 3, por suerte no iba manejando, ni voy a la escuela, ni trabajo, digamos que mi desorden me ha convertido en haragana matutina.
Mis actividades serias tendrán que ser resueltas después de la hora de comer. Mi novio se ha acostumbrado ya, después de todo él aprovecha para irse a trabajar...
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