En la noche los ojos de medialuna se le inflamaron hasta perder la conciencia, le ardían como piel expuesta al filo de la madrugada, del día que amenzaba con comenzar. Un día despejado afuera de su techo, lluvia intermitente dentro de sus párpados.
Se dió cuenta de que las metáforas eran estúpidas, que la poesía sólo le estorbaba y le impedían dormir en paz, que el bálsamo de labios había desaparecido justo ahora que las grietas le ardían igual que la soledad. Y quiso sanar, se volvió a humillar, porque creía querer y creer.
Pero era demasiado tarde, al borde del desahucio y cobarde, ya era inútil intentar salvar esa vida. Amén.
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