Se pide libertad
Son las hojas de limón en un segundo piso. El brillo lechoso de la tarde, la apatía que sudan las ventanas de su recámara y el éxtasis que no llega.
Es el miedo de retornar a la primera voz, a la acción que se descarna sin temor al personaje oculto, a la exhibición.
La mujer que ahora se esconde: Ella decía, bebía, bailaba, rompía, encajaba… Las externas que impiden herirse o acariciarse públicamente.
Pero el recuerdo fresco de las internas claman el derecho a mostrar rasguños o dientes alegres sin ocultarse en las sombras del punto óptico vacío o del disfraz, piden un adiós a las bambalinas.
Espera a que la directora/actriz/productora/diosma del cosmos propio lo decida.
Ella encerrada, prisionera. Ella centinela.
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