Hubo un cúmulo de ... no, no me apetece contar que... bueno, simplemente una noche mala con el ventilador en número 3, así que un frío constante rodó sobre las sábanas. Si tan sólo hubiese apretado el off, las pausas se hubieran despedido del sueño, pero no hubo ganas de alzar el torso, y aguanté todo.
La mañana con una crema con aroma a yogurth de durazno, y la voz de Magos Herrera recién descubierta, en otro tiempo sería un buen comienzo de semana, pero éste no es otro tiempo, y la escena feliz se cayó tan rápidamente que me causó una pena levantarla hecha pedacitos.
Supongo que el dolor punzante en la sien es resultado de las últimas acciones, y si se añade el hueco desagradable que se forma en el plexo -ése que oprime y me hace abrir la boca en un bostezo de ahogo, como buscando el oxígeno que falta- el plan que creí posible hace 3 años se vuelve irremediablemente cursi.
Pero, la historia debe tener un final más alegre, para evitar la lágrima como punto final, o la mueca de la boca triste, o los párpados a medio cerrar. No, ésta vez no se puede, quizá en otra oportunidad.