De aburrimientos y ciudades perdidas.

Olvidé un cable de transferencia de datos, la mañana se derrumba, el aburrimiento empalaga y quizá siempre sea igual. Aburrimiento, la definición y yo somos uno mismo, ouh oh. Se pierden los personajes y los reflejos en los que solía decir,así empezó mi historia, está clarísimo, los viernes también yo me visto así, y ah cómo me gusta usar tenis rojos y huir de la lluvia en un café.

Las ciudades en mi memoria se mezclan, intento hacer un collage y casi siempre predomina la misma. Por acá todo es tan mc'donalds, zara, bershka, starbucks, que comienza a marearme. De adolescente me emocionaba entrar a un centro comercial y encontrar todo lo que en mi pueblo no había, no puedo negar que cuando llevo dinero para satisfacer mi instinto material también brinco un poco de alegría, pero mis ojos se cansan y pum, ahí está el aburrimiento otra vez.

No es sólo el sentimiento superficial, no se quita yendo al cine o a un bar, es como una melcocha en la que me embarro y por más que intente no puedo limpiar. Es una eterna búsqueda, y como dicen por acá, lo busco, lo busco y (nomás) no lo busco.