Muchos abandonan a la quisquillosa que tú crees buena cuando ella se avergüenza porque se sabe egoísta, con insuficientes recursos para demostrar lo que siente cuando la primera capa de dulce brilloso les muestra a los amados una manzana verde y un tanto ácida.
Algunos evitan a la malhumorada que sin un chocolate, un raspado dulce o una paciencia infinita hiere con palabras duras y ojos fríos.
Pero tú no.
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