No quiero olvidar detalles, pero escribirlos no detiene la disolución, no por completo.
Dicen que si dejas un centavo en un vaso con coca cola éste se diluye. El uso de “éste” me incomoda. Mis maestros de español y redacción enseñaban lo que podían, no podían mucho.
El jueves pasado cumplí años, ahora cargo más edad de la que imaginé a los 9, cuando me daba el sol en la cara y sentía que el calor adelgazaba, maldita presión social. Anoche vi los supersónicos, the jetsons para aquellos que no vivieron sin inglés. En aquellos tiempos, como parábola religiosa… en aquellos tiempos de infancia soñaba con el año 2000, creía que tener 24 años era una barbaridad, seguro estaré llena de sobrinos y con un miedo profundo a casarme, me dan tanto miedo los cambios de etapas.
Hace unos meses vi un programa de cazamitos en una de las tantos subprogramaciones de discovery channel. Demostraron que la coca-cola no deshace centavos, ni dientes, ni carne, ni siquiera quita el sarro de los muebles de baño. Sea entonces mi dosis diaria de cafeína endulzada culpable tan sólo de mis niveles de azúcar.
Alguien me acompaña en estos días, es la razón que me hace querer imprimirlos en lo más profundo de mis capas físicas y sentimentales.
Dicen que si dejas un centavo en un vaso con coca cola éste se diluye. El uso de “éste” me incomoda. Mis maestros de español y redacción enseñaban lo que podían, no podían mucho.
El jueves pasado cumplí años, ahora cargo más edad de la que imaginé a los 9, cuando me daba el sol en la cara y sentía que el calor adelgazaba, maldita presión social. Anoche vi los supersónicos, the jetsons para aquellos que no vivieron sin inglés. En aquellos tiempos, como parábola religiosa… en aquellos tiempos de infancia soñaba con el año 2000, creía que tener 24 años era una barbaridad, seguro estaré llena de sobrinos y con un miedo profundo a casarme, me dan tanto miedo los cambios de etapas.
Hace unos meses vi un programa de cazamitos en una de las tantos subprogramaciones de discovery channel. Demostraron que la coca-cola no deshace centavos, ni dientes, ni carne, ni siquiera quita el sarro de los muebles de baño. Sea entonces mi dosis diaria de cafeína endulzada culpable tan sólo de mis niveles de azúcar.
Alguien me acompaña en estos días, es la razón que me hace querer imprimirlos en lo más profundo de mis capas físicas y sentimentales.
No quiero olvidar la laguna y la boda en el pueblo, con música de viento y el hombre loco que también bailaba, ni las luces de colores sobre los árboles el día en que busqué zapatos altos y él me compró una chalina. Quiero guardar para siempre los días de azotea y en anhelos aparte a la remembranza quiero enseñarle a disfrutar la compañía de gente extraña, vuelvo al almacenaje de las caminatas a su lado y hasta de la cenas donde el mal humor me acompañaba y él siempre lo hacía desaparecer.
Quiero tiempo para sentarme y dejar testimonio de tantos recuerdos. O mejor aún, que el avión con fecha 2 de enero no se lo lleve. Las turbinas siempre rompen mi corazón. Fuga de nostalgias.
Pero aún no es tiempo. Me dejare de malos pensamientos, muchacha pesimista.
Quiero tiempo para sentarme y dejar testimonio de tantos recuerdos. O mejor aún, que el avión con fecha 2 de enero no se lo lleve. Las turbinas siempre rompen mi corazón. Fuga de nostalgias.
Pero aún no es tiempo. Me dejare de malos pensamientos, muchacha pesimista.
Él sigue a mi lado.
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