Los pasos despiertos y agitados encaminan a la insomne a la recámara del dormido, le dice entre nervios erizados que la noche se ha vuelto mala. El dormido ya no recibe ese adjetivo, porque su tarea ahora consiste en recostarse al lado de la miedosa para abrazarla y contarle un cuento. Él se convierte en dragón que busca malvaviscos en un castillo donde sólo vive una princesa, el final llega con el sueño logrado de la que no podía dormir. Todo esta bien, la noche recibe el descanso de esa casa y permite que la nada y los ruidos inquisidores sigan su curso sin molestar.

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