sábado, 23 de octubre de 2004

No nos quedaremos esperando.

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En medio del campo de calabazas, dice el recado, ahí te veré, porque cambiaste el mencionado centeno, con el ánimo de conservar la búsqueda de pureza, el mundo está lleno de brontosaurios, lo sabemos, pero busquemos a las Phoebes disfrazadas de brujas o de hadas, busquemos la llegada de la Gran Calabaza en el lugar adecuado.

Y la que será mi primera visita a un sembradío promete la bendita compañía de un corazón de cereza, el que invita a la muchacha encerrada a conocer el aire abierto del cielo púrpura que cubre las hortalizas naranjas. Cierto, no conozco ningún campo de cultivo, y deja las riquezas o altas sociedades que no conozco, no, no son el motivo, si quieres oír la respuesta escoge entre a) apatía o b) miedo, elige.

El fin de octubre nos da pocas opciones, entre ellas impregnarnos de felicidad mercadotécnica, el espantapájaros y la noche que aúlla con su boca-luna llena erizará los poros y colapsará las células. Pero sentiremos, no importa que el celofán que envuelva esta vida sea barato, pongamos cintas negras ¿sí?, déjame ensayar el moño de fantasía tamaño jumbo. Nosotros en la noche podremos volar y buscar ésta o cualquier mítica figura, aunque Charly siga esperando otro jalogüin, a nosotros ya no nos sirve el verbo esperar.

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