Es un verdadero caos, las conexiones de comunicación virtualmente náuticas han sido aniquiladas (malditos cables de red), y el llanto amargo de las lágrimas aburridas
b
r
o
t
a
n sin que ningún pañuelo extra absorbente pueda contrarrestarlo.
Ente veladuras que empañan la mirada, pienso que las horas serán cada vez más rastreras y a_r_r_a_s_t_r_a_d_a_s y que la vaguedad de las ideas blancas serán más vagabundas cada vez.
Pero inicio una nueva página, donde busco la solución al reloj amo de mi esclavitud laboral. Esta página es en word, allá en ese programa donde es imposible romper la hoja con un borrador que intenta asimilarla con el corazón desgarrado que pertenece al mismo ente que la mano que lo sostiene (a la goma) .
Mi virtualidad de letras solitarias no se enfrentan más que a mis ojos, a menos que los presentes en este cuchitril llamado oficina asomen sus narices (ya hablaremos después de las excentricidades fisiológicas que se ven por acá) para leer el resultado de mi aporramiento en estas pobres teclas atascadas y sucias. Pero dudo que osen a arruinar sus pensamientos de bondad ante mi gesto de ojos entornados y boca empequeñecida -aquél que traducido a palabras resultaría en: “¿qué demonios haces en mi pedazo de suelo?, largo de aquí…¡absurdo!” (absurdo me gusta como palabra para ofender, es el adjetivo que más me identifica, y a nadie le gustaría identificarse conmigo, no, no.) -.
Quisiera que internet volviera y quisiera que mis palabras de cariño fueran leídas por (Chucharly Brown).
Pero mi incomunicada incomunicación no desea desincomunicarse y no me queda más que incomunicarme cada vez más con los que a mi alrededor se intercomunican y me desechan de su círculo comunicativo (más bien sola me echo, porque la incomunicación real nunca me ha molestado a menos que con quien me desincomunique signifique algo en mis “sentires”).
Pero tú, sí tú, áquel cuyo nombre cabe entre estos paréntesis (Armandurum), déjame comunicarte que aunque no puedo comunicarme te extraño y te quiero endemoniadamente.
Ya te enterarás cuando la comunicación de esta absurda conexión me deje de patear el hígado.
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