jueves, 20 de mayo de 2004

Hace casi un año una magdalena asqueada se limitaba a quejarse por una ilusión falsa que le habían dado, un mal regalo que enfriaba sus manos y convertía los abrazos en señales marchitas.

Días después alguien levantaba su cara por el mentón y parecía besarle las lágrimas, ella mordía su cabello mojado y con él entre dientes comenzaba a encender luces definitivas, gestos en calefacción redimidora.

Pero ella es necia, pasó el tiempo-distancia y no quiere luchar otra vez. Que si el sentimiento equitativo, que si la imposibilidad de la unión, que si la espera que añejan sus ojos, los entristece, los opaca.

Se sabe egoísta porque siempre decide sin opiniones externas, a ella le han hecho lo mismo, pero sin amor.Mala excusa. Malvada.

¿Que si lo quiere? Esa pregunta le resulta absurda y hasta ofensiva (cuando no está en posición de pedir más), pero si es tan necesario, contesta que como a nada ni nadie , en un cliché de palabras que no satisfacen, pero que no es más que la recontracochina verdad.

Nadie la entiende, no se autoentiende, no quiere saber.

No quiero hablar (¿cuándo se dejó la tercera persona?). Por increíble que parezca, parlanchina.

Hoy no. Ésto se terminó.

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