¿Y qué cuentas?
Es la pregunta que temo, la que se atraviesa en todas las personas que reencuentro. La escucho y mis piernas se vuelven débiles, mi sangre burbujea y mis lágrimas se producen en cantidades industriales.
Me resulta difícil hacerle entender a alguien que mi inactividad no es del todo traumática, quisiera evitarles esa cara de "ay pobre de tí" que se vislumbra al imaginarme con un trabajo aburrido, encerrada en una ciudad donde el número exacto de personas con las que hablo son 5 ...
La nota se quiebra, sé que yo transmito la frustración, y es real. Dejemos que fluya el drama, el llanto, el dolor, aquello que hace festiva la planicie de los días. Pero son mentiras, no hay drama, ni llanto ni dolor, ni pláticas largas, ni abrazos tibios, ni sonrisas para el cansancio. Sólo días blancos, y blancas anécdotas.
¿Desde cuándo vivo en un cuaderno de hojas blancas, con las manos atadas y la renuncia a mis colores?, no hay gamas opacas, ni gamas brillantes, no hay líneas en negro ni manchas púrpuras y rojas. Blanca invasión monótona.
Soy ojos callados.
Esta boca no sabe cómo contestar que no hay nada nuevo y que hay que esperar.
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