miércoles, 21 de abril de 2004

instantáneas

Podría grabar sobre una piedra milenaria las palabras que decimos nosotros (somos dos), arrastrarla enmedio de un camino de tierra donde aún los árboles hagan la penumbra entre sus ramas.

Descalzos y con rasguños en los brazos con los sentidos mareados y una sonrisa en la cara.

Escogeríamos la ruta que finalice en un convento, y escondidos veríamos a cada novicia dejar una prenda sobre la superficie que zurcan nuestras historias. un anillo, hojas secas, el mecanismo de un reloj infinito o simplemente posar sus manos y su boca sobre la roca fría. Alguna podría atreverse a sentir su pecho apretado y llorar por el temblor de las noches.

Pero no haremos nada. Nuestra fuerza no existe y las niñas han perdido la inocencia demasiados años atrás .

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