viernes, 17 de junio de 2005

Ir a la playa no es tan malo.

Es un deseo extraño de arena,
levantarse en la madrugada,
salir al balcón y ver el mar,
la sal que baña los sentidos,
tibia en la nariz,
tímidamente salada en la boca,
el ruido del aire acondicionado,
el umbral entre el frío y el bochorno de la costa,
parada en el filo del ventanal,
el baño con tina y regadera potente,
y esas botellas de cristal con shampoo, acondicionador y crema,
el dispensador de hielo en el fondo del pasillo,
los canales de cable que no alcanza mi ciudad,
los elevadores,
los corredores alfombrados,
El inicio del día lejos de la obligación.

infinita yo

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