martes, 29 de marzo de 2005

Antes del internado.

Escuchaba un silbido intermitente, agudo, simple. Intenté buscar el origen, pero el peso invisible de la pereza me empujaba hacia la cama, a pesar del calor que sudaba la sábana debajo de mí, a pesar del dolor de cabeza que exigía un vaso de agua fría. Tenía que callar el sonido, terminarlo, o los sentidos se perdería. Cedió. el silencio también lastima. La luz de la madrugada duele. Las imágenes y los sonidos imaginarios revelan la locura.

Estuve tan conciente de mi transformación.

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