viernes, 8 de diciembre de 2006

Las no verdades.

He perdido la costumbre de girar los dedos como cucharilla revolviendo azúcar en el té, de la forma en que dibujo espirales en una espalda fría en la madrugada y de la manera en que los ojos de niños pequeños y a veces gatos (también pequeños) se hipnotizan por el reflejo de la luz que baila en mis uñas.

El sábado pasado conté hasta cinco mil doscientos treinta y ocho sin dejar espacio entre una palabra y otra (fue en voz alta). Me cansé de esperar, me paré de la banca y me fuí. Aprendí lo que es ser abandonado y despreciado. No dolió nada.

Hoy planeo una fiesta en una playa, de noche, con alcohol y carreras de autos. También planeo un viaje a Nueva York. ¿Qué es lo primero que se cumplirá?. Yo no apostaría.

Perdí la receta de aquel pastel hecho con la substancia más deliciosa del universo conocido y desconocido también: Nutella.

Me he comprado una cartera (porque así le llaman a las bolsas en mi revista Glamour edición española y hoy quiero sonar muy chic) que combinan perfectamente con mis zapatos Manolo Blahnik y me siento completamente segura para Navidad. Creo que simplemente luciré es-pec-ta-cu-lar (gracias crema que mejoró mi derrière *pág 78 edic. oct 2006).

Necesito un café exageradamente cargado de cafeína para poder despertar.

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