Richard Linkater repite la fórmula de contar una historia en tiempo real. La infancia que se abandona a los 18 años ocurre con mayor claridad para el público estadounidense, porque vamos, en sociedades como la nuestra los hijos podrán tener 30 años y seguir viviendo con los papás.
Esperar 12 años para filmar el envejecimiento natural de los actores (mucho más impactante en los niños) resulta interesante como ejercicio, aunque desde mi punto de vista no aporta mucho a la historia. Pero se aplica el dicho (medio violento) de que "quien pega primero, pega más fuerte".
Bonita pero quizá no para todos los gustos, si odian las películas donde parece que "no sucede nada" quizá deba pasarla de largo. Si son de biorritmo lento y vouyerista de vidas ajenas para apropiárselas como yo, quizá la disfrute.
Lo más rescatable, aparte de ver crecer a los niños son las actuaciones moderadas y por lo mismo nada fáciles de lograr. Mi favorita: Patricia Arquette.
Yo quiero ser los colmillitos de Patricia Arquette.
Y ya, fin.
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