viernes, 6 de julio de 2007

Solía manejar en la madrugada, con la neblina lamiendo los neumáticos y el rocío desprendiéndose de la cajuela a toda velocidad. Llegó el día de las vacaciones y las llaves gritaban desde mi bolsillo para girar y llevarme lejos de todo. Era un bonito coche dorado. Era una bonita mañana. Era una lluvia que se volvió torrencial. Ese mismo día las vacaciones llegaron a su fin.

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