Caminaba sobre la misma alfombra de la infancia, la que recibió la cuna y ahora parecía ser el lecho de muerte. Es la fatiga y el sol. Es el ánimo y la lluvia que no fatiga pero enmohece. Sería hoy o dentro de veinte años. No sabía la fecha exacta pero sentía la raíz de su despedida en los pies, tallando la superficie.
Pensó que un hilo de la alfombra podría crecer interminablemente, igual que en el cuento de los frijoles mágicos, solamente que su deseo no era el de un gigante ni oro infinito, en su deseo el filamento la envolvía en un capullo para no despertar.
Sucedería quizá hoy o en veinte años. Lo sabía, sus pies descalzos repasaban el elemento que daría el fruto de su lecho. Uno bello, como la vida que no duele pero estorba.
Ojalá fuese hoy.
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