Quise sentarme a llorar en la banqueta por el boleto de autobús perdido, por el celular y la tarjeta de crédito olvidada y por las únicas seis monedas de a peso que me quedaban.
Hacía calor.
Una lata helada de coca-cola acompañó mis lágrimas.
Perdida entre la nada pero muy azucarada y sin sed.
Hacía calor.
Una lata helada de coca-cola acompañó mis lágrimas.
Perdida entre la nada pero muy azucarada y sin sed.
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