sábado, 21 de febrero de 2009

No comercial

Quise sentarme a llorar en la banqueta por el boleto de autobús perdido, por el celular y la tarjeta de crédito olvidada y por las únicas seis monedas de a peso que me quedaban.

Hacía calor.

Una lata helada de coca-cola acompañó mis lágrimas.

Perdida entre la nada pero muy azucarada y sin sed.


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