Mi hermano se molesta por los resultados del Oscar, yo sólo sé que le atiné al resultado principal porque más predecible no podía ser.

La noche la pasé viendo una película terriblemente aburrida (Fly Boys) y con cientos de clichés en lugar de los premios de la Academia.

Hace poco me decían que yo no tengo problemas con los estereotipos, que los disfruto cuando se presenta ocasión y para muestra un botón, soy fan de Harry Potter, pero la duda surgía al tratar de descifrar mi desagrado hacia Babel.

Traté de explicar la afición a algunos clichés y la repulsión a otros.

Argumenté, para zafarme rápidamente del tema que debe haber una chispa que me conecte en ese instante con el elemento, ya sea un estilo de vida utópico (ocasión que se presenta cuando estoy harta de mi entorno y quiero evadirlo con pura irrealidad), un amor imposible (herencia de mi adolescencia tardía) o una escena que refleje un olor, clima, sonidos y vista que combinados recreen una sensación de emoción, angustia y paz a la vez (psé).

Al final concluí que mi antipatía hacia Iñarritu iba ligada a un plano personal y no hacia su obra, al rechazo de su imagen y el estereotipo que representa: demasiado seguro de sí mismo y proclamador de lo cool que es él y todo lo que le rodea.

Así me defino como un ser simple con gustos simples y viscerales, con la inquietud eterna de disculparme de ser así, como si fuese un pecado. ¿De dónde salió esta forma tan incoherente de ser? Ojalá encontrara la explicación, que ni para presumir es, y... bueno, heme aquí disculpándome otra vez.

Creo que no sería buena juez para el Oscar. O quién sabe, así de cutres como se ven las premiaciones me sería fácil seguir ese papel.

¡Qué diario personal se ha vuelto ésto!. Shame on me (oh que la...)