viernes, 10 de febrero de 2006

Sin intención de sonar como tarjeta hallmark.

Hoy llueve en el desierto.
No es la primera vez desde los días en que vivo acá, pero si el primero en que extraño la ciudad de los ángeles y las comparo.
Acá hay mejores oportunidades de trabajo, mejor sueldo, y la cercanía de él.
También está la lejanía de la familia y de las cosas cursis que me hacen llorar, como la comida de ayer que por tan sólo saber completamente distinta a la que hace mi mamá me sacó lágrimas al más puro estilo Chihiro mientras come pan.
Parece que no he crecido y no sé si quiero hacerlo.
Por qué es hasta ahora que aprecio las decenas de cafés, las iglesias, los muros piedra y las decenas de pueblos que tan cerca me quedaban.
Quizá cuando sea hora de irme de acá apreciaré la frontera y lo que la sierra cercana me ofrece.
O tal vez, esta vez (repetir, repetir) sepa aprovechar lo que hay a mi alrededor.

2 comentarios:

  1. ¿Lo cursi hace llorar? Sólo que sea de risa. Recientemente escuché a alguien decir que el sentimiento es lo real, y el sentimentalismo lo ficticio; además, para que algo propio pueda juzgarse cursi se necesitan por lo menos dos personas, y una de ellas no debe estar enamorada... Yo digo

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  2. Pos mucha suerte en lo que elijas...
    y pues, deseo genuinamente que te diviertas después de todo. Anímate.

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