viernes, 18 de febrero de 2005

¿Por qué tan solita?

En la luna, me dijo, la qué, contesté, en la una y el teléfono tuntuneó.

Quedé indecisa por mi vergüenza a pedirle que repitiera. No lo escuché bien. Me dijo en un mensaje al móvil que contestara su llamada, que me diría una clave.

En la luna, en la una y colgó, sin dejarme tiempo.

Debía ir al barrio del artista, sí, aquél en donde los pintores exponen su arte amontonados en la galera de muros blancos.

Así que allá me dirigí, calcé sandalias, intrascendente dirás, pero para mí el calor derretidor de marzo era pomposamente trascendental. Pomposamente, me dió risa escribirte el adverbio no adecuado -caprichos-.

El asunto es que al bajarme del autobús temblaba. Era un asunto de vida o muerte. Conocer al extraño que día a día llenaba mi vida de detalles. Un clavel rojo sobre el parabrisas -del automóvil que me robaron al día siguiente-. el paquete de donas glaseadas que llegaron a mi casa -¿ves que he recorrido un agujero más a mi cinturón?-, un pequeño gato que maúlla lastimeramente de 3 a 6 de la madrugada -por éso las ojeras- y una tarjeta de hallmark -cuya tinta no era alergógena para mí. Detalles, dije, no linduras. 3 a 1 en su score.

Y dirás para qué sería la clave, era sencillo, era el bar en que lo vería, sentado sólo con una cerveza indio justo enmedio de la mesa, sobre el cenicero.

Bar Lolita, Bar La Gloria, Bar La Pasita, Bar La Universida, Bar ... bastaba saber que La Una no existía.

Sí, ya sé que fue una tonta forma de iniciar el relato. Pero fué así como ocurrió, tú tan aferrado a la fidelidad(JA)que no me quedaba más que escribirlo así.

Ahora romperé tu gusto, o la historia, como lo quieras ve. Lo que siguió no es de tu incumbencia... o podría resumirlo en un .

Sí te logré superar, después de que me abandonaste encharcada en mi llanto porque "no eres hombre de una sola mujer".

Quizá sí merezcas saberlo. Nunca llegó a su cita, el de los mensajes desde los celulares prestados, el de las llamadas de teléfonos públicos con la voz de tu amigo el que me odia, el de los detalles nefastos me plantó.

Le doy las gracias. Al mesero que me atendió cuando decidí tomar mi propio indio con la mano zurda también le hartaba el calor.

¿Y sabes?


Mis sandalias le parecieron hermosas, aunque aún dice que no más que mis pies.

Así que sí, sí te he podido (requete) superar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario