Regresar a una ciudad que antes te parecía interesante y encontrarla desoladora por pensar que jamás saldrás de ahí fue la sensación que tuve hace dos semanas. Pasaron los días y regresé a los pasos que me recordaron un poquito de felicidad. Descubrí que el frío y lluvia que de adolescente presumía como gusto no era verdad, no me disgusta confesar que mis huesos no tan jóvenes prefieren el calor. Que alguien le diga a mi yo adolescente que muero por unas vacaciones en playa, les apuesto que no les creerá, ah la ternurita.
Entre las cosas buenas de mudarse están los lienzos en blanco que se presentan, desde el lugar en el que uno vive y las revistas de diseño (sin contar que uno estudió algo que tiene que ver pero que la burocracia se llevó esa poquitita creatividad que parecía existir) hasta el modo de ganarse la vida y los periódicos, ofertas, opciones para retomar el estudio o no.
Los pequeños placeres son el antifaz frío para los dolores de cabeza; el cine con todo y prácticas de robo a boleto armado y las series de TV con todo y megaupload echado para abajo ayudan a no pensar en el frío y que no se sabe manejar y que el transporte público de la ciudad suckea, también usar mal las palabras, y diosito bendiga los foros, y el internet, y las redes sociales, y respirar, y el rock band (oh sí el rock band), practicar y no sólo ser espectadora de lo que se ve en Top Chef, y los programas de pastelería que no sirven sin batidora pero uno nunca sabe, y las llamadas por teléfono, y los poquitos amigos, y buscar, siempre buscar.
Respirar... Nos mudamos... cambiamos... proyecto: estudiar la prepa y de vacaciones a la playa... otra mudanza... respirar es agradeble
ResponderEliminarya quiero probar algú pastel hecho x tí...
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