jueves, 26 de julio de 2012

No a los años acumulados.

Qué feo estar en los treintas y escuchar a veinteañeros quejarse de su vejez. Es tiempo de reflexionarlo y actuar en favor de aquellos en los cuarentas que se topen con mis desventuras y quejas de las primeras canas.

Quiero detener mi tiempo y ver cualquier versión de Spider-man y sentirme tan joven como Peter Parker, el nerd, el recatado skato y el fuerte, como la actriz Mary Jane o la inteligente Gwen. Creo que nadie quiere sentirse identificado con la tía May, quizá si fuese Meryl Streep quien en todo caso anhelaré en tacones y moda como en The devil wears Prada, o mejor aún con una cara envidiable y acorde a su edad con una familia y una cafetería de ensueño en It's complicated.

Pero querida hermana, me digo, la vida no es una película. La vida es aquello que sucede mientras esperas el siguiente estreno de la película que haga distraerte de ese reloj de arena que amenaza con vaciarse. O no, no es tan simple, no es tan triste y/o no es tan fatídico aunque sí inevitable.

Qué se yo. Hoy iré a una premiere y quizá desee ser Catwoman, de la que no sé su edad. Anne Hathaway puede esperarme tantito sin botox aunque con su dieta macrobiótica para decir, vamos me veo más joven que tú y yo diré, nah, todas se quitan la edad.



viernes, 8 de junio de 2012

Yo negaba que mi color favorito seguía siendo el morado.


Era no dejar la adolescencia. El rojo es común, el amarillo empalidece. Negro para esa adolescente que aún sigue en mi. La que se acurruca en época de frío y ciertos días duerme sin soñar hasta que los párpados se hacen tan gordos que permanecer con los ojos abiertos es la consecuencia.

Hablar de otra persona y disfrazarla de uno. O disfrazarse y fingir que la historia no es mía.

Me gusta el morado y los colores de moda, teal le dicen. Entre azul y buenas noches.

Quiero un piso de madera o la cerámica que lo imita. La imitación de materiales no es lo más elegante del mundo, pero este es tan bonito y tan resistente que llama el lado de señora en cocina con la confianza de derramar agua sobre él sin que se hinche.

Terminé el libro ya no tan de moda, ese de los hombres que no amaban a las mujeres que usaban cerillas sobre bidones de gasolina y no se qué más. Caí en el cliché de amar a Lisbeth y Mikael, ay tan simplista. 

La complejidad es un concepto que no manejo muy bien. Lo complejo me provoca sueño y retorno a la inmadurez.

El color favorito no ha cambiado.

jueves, 31 de mayo de 2012

Fuimos.

Yo digo que quiero esto más simple. Fondo blanco, letras negras y más cosas que decir.

Yo digo que sí se puede.

La cosa es que las ganas duran lo mismo que el precio de la gasolina. Las ganas varían y los chistes empeoran.

Al fin vi a Sir Paul, y cantamos y lloramos y conocimos Guadalajara que nos recibió con los brazos abiertos y mucho sol.

Podría contar que mis pies quedaron morenos en algunos pedazos. Eso qué.

También podría decir que JAM se quedó triste por la media hora que tuvimos para conocer Tlaquepaque. Ya habrá otra ocasión, le dije y después le di un sorbo al tejuino que acababa de comprar.

Yo quiero creer que Paul le llora a su amigo John. Quizá lo tenga ensayado, yo que sé, me inventaré mi historia y formaré mis propios recuerdos. Ya lo he hecho.

Yo digo que quiero fuegos artificiales, como esos que me alegraron el corazón cuando le llegó el momento a Live and let die.


miércoles, 25 de abril de 2012

Is alive.





Mi casa del árbol, donde creo no volver jamás pero la añoranza me empuja a hacerlo de vez en cuando, una barridita acá, una sacudida de la cortina improvisada y hasta planes para volverla a sus mejores tiempos que de antemano sé no se harán realidad. Así suceden las cosas por este lado.

Las visitan son cortas, de doctor que envejece y no quiere consultar a domicilio, lo de hoy es hacerle competencia a las redes sociales/Dr. Simi, un tweet, un pin, rápidito barato, tómeselo y cúrese. No queda nada qué contar. No queda nadie a quién le importe qué queremos contar si se excede de un gif o 140 caracteres.

No hay tantas novedades, la vida no es la misma, parece pero la forma de sentir permanece igual, no sorprende, me reuniré con los nietos y pensaré qué bonito era entonces el pasado. El presente es un bien que me alegra al momento de hacerlo memoria.

Lo más relevante es que me perdí el concierto de los creadores de las canciones más representativas de mi soundtrack personal en los últimos 8 años, ay Pulp, tan cerca de los defeños tan lejos de mi norte impuesto por los caminos de la vida (esos que no son lo que pensábamos, no son lo que imaginábamos).

La buena noticia es que todo apunta que sí conoceré en forma de puntitito a través de pantallas gigantes al beatle favorito del muchacho de ojos chiquititos (ah la cursilería). Todos cantaremos, tomaremos una canción triste y como siempre trataremos de hacerla mejor.

lunes, 5 de marzo de 2012

En los primeros años quería ir a un colegio con falta tableada, suéter y calcetas a la rodilla. En el pueblo soleado eso era un mundo alterno. Un spiderman negro. Aplico una metáfora inexacta porque Venom es extraterreste pero creo que la idea puede entenderse.

Hoy quiero una ciudad llena de edificios, vitalidad, luces y con todo eso andadores peatonales, caminar al ritmo de una canción de comercial de telefonía celular repitiéndose a todo volumen en mi IPod. 

Quiero meter comerciales a lo que escribo y ganar dinero.

El trabajo perfecto, casi como ganarse la lotería pero sin sentirse tan inútil para la sociedad, aunque eso de expresar ideas sin ningún sentido y sin estilo es lo mismo que rascarse el ombligo viendo la televisión.

Esos sueños superfluos que uno recuerda después de preparar palomitas y aún siguen calientes para poderse comer.

Quiero ganar millones, ser famoso, ser Ricky.

Que me amen

...Todos

sábado, 25 de febrero de 2012

 Un hueco en el corazón que no se llena al terminar los créditos, aunque no los dejes terminar, salgas de la sala o apagues todo con el control remoto. Es hora de pararse del sillón y continuar con la vida real

Las películas que dejan un hueco en el corazón, dirán los románticos. La canción que una sentencia de muerte no deja terminar, los amantes con nombre capicúa que jamás se reencuentran, la chica buena que muere en el hospital acompañada de su entrenador. 

Piensas que ha llegado la hora de volverlas a ver, metes el disco al reproductor y te detienes. El recuerdo regresa y sientes que aún no estás listo. Pulsas el botón de encendido y atiendes el llamado a comer. Al bajar las escaleras te sientes cobarde, cobarde y abatido. 

El séptimo arte se ríe de ti.

martes, 24 de enero de 2012

De proyectos nuevos.

Regresar a una ciudad que antes te parecía interesante y encontrarla desoladora por pensar que jamás saldrás de ahí fue la sensación que tuve hace dos semanas. Pasaron los días y regresé a los pasos que me recordaron un poquito de felicidad. Descubrí que el frío y lluvia que de adolescente presumía como gusto no era verdad, no me disgusta confesar que mis huesos no tan jóvenes prefieren el calor. Que alguien le diga a mi yo adolescente que muero por unas vacaciones en playa, les apuesto que no les creerá, ah la ternurita.

Entre las cosas buenas de mudarse están los lienzos en blanco que se presentan, desde el lugar en el que uno vive y las revistas de diseño (sin contar que uno estudió algo que tiene que ver pero que la burocracia se llevó esa poquitita creatividad que parecía existir) hasta el modo de ganarse la vida y los periódicos, ofertas, opciones para retomar el estudio o no.

Los pequeños placeres son el antifaz frío para los dolores de cabeza; el cine con todo y prácticas de robo a boleto armado y las series de TV con todo y megaupload echado para abajo ayudan a no pensar en el frío y que no se sabe manejar y que el transporte público de la ciudad suckea, también usar mal las palabras, y diosito bendiga los foros, y el internet, y las redes sociales, y respirar, y el rock band (oh sí el rock band), practicar y no sólo ser espectadora de lo que se ve en Top Chef, y los programas de pastelería que no sirven sin batidora pero uno nunca sabe, y las llamadas por teléfono, y los poquitos amigos, y buscar, siempre buscar.


domingo, 8 de enero de 2012

Eran días comunes, cuando no se tenían deseos y la mañana comenzaba con un baño de agua fría. No era nada zen sino el trabajo que impedía una llamada al gas y la espera interminable entre en un rato se lo llevamos y la entrega final.

Usaba botas, jeans y una playera polo. El cabello mojado se secaba al alcanzar el asiento al lado de la ventanilla. La camioneta recorría un tramo de carretera y el camper se volvía su segunda casa. En la primera sólo se iba a dormir.

En esos días había risas, enojos y hasta pedazos de coral semienterrados en la arena. La mejor época era la invernal. El equilibrio perfecto entre una playa tropical y una brisa fría. Las risas y los enojos ocurrían en ecos, parecido al sonido que se logra al ducharse y tapar los oídos con los dedos, el golpeteo de una lluvia dentro de la casa sobre la cabeza.

Los días comunes pasaron. Se abandonó la playa, se regresó al hogar y otros ecos se construyen más fuertes. Ella dice que ahora está a punto de vivir una realidad. Quiere creer.

Cosas que apasionan.

Desde hace 20 años he aprendido que puedo volverme levemente obsesiva con cosas que me gustan, desde tarjetas de La Bella y la Bestia emitidas por Sonric's, pasando por grabar todos los capítulos de Candy Candy hasta memorizarme capítulos enteros de How I met your mother.

A lo largo de la vida está habilidad pudo servirme para cosas como planear mi boda, el viaje posterior o lograr puntajes altos en zombies vs. plants, pero a decir verdad no me ha funcionado en algo más "real" como conseguir una vocación.

El texto que acompaña en mi descripción es real, tuve calificaciones decentes a lo largo de mi carrera y en mi trabajo casi siempre he dejado una huella de responsabilidad, no en todos desafortunada y penosamente, pero esto va aunado al problema de que no encuentro cómo sacar provecho económico de algo que me guste a morir. Aunque no todo es hiel sobre hojuelas (por decirlo de alguna forma), he notado que las pequeñas tareas donde se necesita ordenas algo sin tener que depender directamente del trabajo de otros es lo mío, pero definitivamente nadie se hace rico de ello.

Esto no es una queja, realmente me di cuenta que el año pasado tuvo un balance de bastante felicidad y acomodamiento en el mundo. El problema ahora es darme cuenta que para mantener las obsesiones superfluas necesito capital, del que sólo podré abastecerme si trabajara en algo que odiase. Digamos que es de esas pequeñas pesadillas materialistas en las que uno cae en pleno domingo, pero debo decir que esas mismas obsesiones superfluas ayudan a evadir el problema. 

Así seguiré cayendo en una espiral. Las espirales no son malas... como lo muestran los ojos de un hipnotizador.