martes, 29 de diciembre de 2009

Decembrina.


Hablar sobre Diciembre siempre me trae a lo mismo, la nostalgia pura.

Ahora mismo recuerdo El perfume y cómo Grenouille aprende a destilar las flores o cualquier cosa para envasar el aroma puro. Las fiestas decembrinas son mi esencia de melancolía. Como si mil ventanas me cubrieran de luz amarilla, la música triste invadiera mis oídos y el aroma del jabón con el que me bañaba de niña se juntaran a la vez. Esta vez he evadido todo, aún no hay tiempo para sentir, ni siquiera ha llegado la minidepresión postcumpleaños, la marea se mueve, las olas aún me mecen y mientras trato de nadar sólo puedo pensar en la sal sobre la lengua y lo frío de la espuma. Llegará la calma y después el gatillo se disparará, lo sé.

Se lo dejaré a Enero, cuando el ciclo volverá a empezar, no hay daño alguno, es un juego en el que amo participar.





domingo, 13 de diciembre de 2009

Mil.

Como a los ocho años y en una alberca dije que aguantaría la respiración bajo el agua contando hasta mil, pero los pulmones pequeños y sin entrenar decidieron darse por vencidos unos novecientas setenta y ocho contadas antes


A los veinticinco años con veinticinco días me juré que 1000 días después mi vida estaría resuelta y sería pura felicidad, todo sucedió a medias y la meta después de pasarse no se ha vuelto a marcar.

Jamás he contado hasta mil sin hacer trampa, gracias al indicador automático me he dado cuenta que:

Han sido ya siete años con un blog que ha muerto y renacido tantas veces que ya se le olvidó cómo fueron los buenos tiempos y después de darle al botoncito naranja que dice Publicar entrada por fin proclamaré que he cumplido con el post número mil.

Acá donde la ficción mezclada con la realidad y altas dosis de pesimismo sin diluir, sucedieron varios cosas, aunque no se crea, trascendentales para mí y anexos. Quiero creer que todo ha sido para bien y si no pues la vida es así.

Varias veces he dicho que los excesivamente positivos me producen escozor, quizá sea un desequilibrio tratable con litio, una adolescencia agarrada con uñas y dientes o el simple deseo de pedir un apapacho. Qué podrá ser. La respuesta la pediré como regalo de navidad junto a un Nintedo wii y un Rock Band, que lo materialista no se puede ocultar y esta vez no estoy de acuerdo con el regale afecto no lo compre.

Tengo otras opciones, la lista es larga. Para mayores informes se sabe en dónde encontrarme. Hace tanto que por acá pasan las briznas de paja que sólo me asomo para ver que al menos esté de pie.

Es como los tenis viejos que uno no puede tirar porque de puros recuerdos se atan al corazón. Ay qué lindo. Tantito me dejo y sale lo sentimental. Es tan de acá que me provoca suspirar.

Felices fiestas querido blog.


lunes, 7 de diciembre de 2009

Se llamará.

Estaba viendo Ghost Whisperer (uh, zapping) y en el inicio la protagonista dice que para contar su historia tiene que contar la de ellos (los fantasmas que ve). Al escuchar eso pensé que yo no tengo mucho que decir sobre alguien más, casi siempre es sobre mí y quizá por eso he entrado en una repetición, repetición, repetición. Uno de mis propósitos frecuentes es salir al mundo, pero nada más me atrevo a hacerlo en contextos conocidos, podría decirse cliché, como la frase de salir al mundo al principio de la oración.

Ahora mismo no hay nadie en la casa, tan solo el bicho que se paró en la pantalla de la lap y ya lo aventé lejos, creo estar mejor. Juego al té en uno, no invito a nadie y tampoco nadie llama para preguntar si puede venir. Vamos, que ya no tengo 8 años y extraño los días con las amigas de la escuela, las del curso de inglés que no servía para nada y aquellas que venían a jugar a mi casa. Fue como un estallido y luego el silencio, los oídos apagados al reventar.

Si me creo un amigo imaginario hablaría alemán, tocaría el piano y tendría mal humor. Le llamaré Anorak. Sólo porque sí.