sábado, 1 de diciembre de 2007

Cuando tenía sed bajaba descalza por un vaso lleno de hielo y un chorrito de agua, esperando a que se derritiera al menos la mitad, la sed crecía hasta hacerme un poquito mártir.

No puedo evitar pensar en el que dirán, me justifico por justificarme, ¿qué es lo que dices?, no te escuché, perdón, es que mis frases son tan de secundaria, tan comunes, ay.

Cuatro años pasan volando, así el cliché, pero el recuerdo difuso también lo es, ¿cómo eran antes las cosas? Creo que hablabas de raspados de grosella y limón, de lenguas entumidas y de pastos mogggados por exceso de sol.

Otro año y se sigue pensando a futuro, el deseo se vuelve un resignarse a no sucederá, qué triste, esto no es malo pero no es lo que soñé… ah qué tierno, oh qué conmovedor.

¿Otra vez?

Vamos a nadar. Con los cocodrilos no.

Don’t feed crocodiles… not even with yourself.

Huele a polvo, de nuevo, a polvo que se eleva y brilla y baila en el haz de luz, el cinismo sigue, y la apatía y el conflicto de no creer aunque se quiera, es hipocresía, le llaman, siguen gustándome las mañanitas, los fuegos artificiales y las niñas vestidas con flores en el cabello o trenzas y huaraches para recordar. Hay rezos, hay pan y café.

Falta agua que cubra los sentidos, el calor del sol, la sal en la piel y aguantar la respiración, falta, hay y no se aprovecha.
falta.

Ya no tengo máquina de escribir, ésa la descontinuaron, o acaso fueron las ganas. Se fueron. Hace falta un.

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