miércoles, 18 de octubre de 2006

He olvidado los post-it con los pendientes de proyectos.

El moka frappé debe llorar por mi ausencia (o más bien mi sentido del gusto está en depresión por la falta de pana).

He olvidado cómo se distribuyen los espacios.

Los interiores y fachadas me verán extrañados si los intento llamar.

Mis tazas de café se han vuelto estuches guardapolvo y una que otra telaraña... tan bonitas que son rellenas de hielo con harta coca light.

No tengo más lápices de color y el lugar destinado a la caja de chocolates rellenos de cerezas o tequila está vacío.

El calor es tan fastidioso.

Encenderé el abanico, ja, debería decir ventilador, pero la palabra abanico para designar al aparato eléctrico me parece tan curioso. La imagen de una palapa por donde se cuela la luz en una persiana y un ventilador moviéndose al compás resulta ______ en algo así como blues.

No comer más chatarra. Promesa sin cumplir.

Llenar hojas en blanco, inventar, pasar los ojos por letras que no proclamen la vanidad, ¿qué pasa acá? ¿Esta también soy yo?.

Tengo ganas de tomar una bebida en coco y tomar el sol, con mucho bloqueador oh sí, y qué tal cuentos de terror en la playa oscura, ¿te conté de aquella vez que grité como nunca lo había hecho?, así fue, más que la historia que me contaban fue la idea de que alguien caminaba por la arena con los ojos puestos en nosotros al estilo película de terror: los aún adolescentes deberían morir. Compremos bombones y llevemos la música que descubrimos en par, Yeah yeah!. Al fin que los "jóvenes adultos" rara vez son asesinados por un maniático con gancho o sierra eléctrica, y mi karate estilo Yoshimi podría servir.



*La falta de chocolates es una indirecta. Capite? (¿se escribe así?)

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