lunes, 23 de mayo de 2005

Caminando.

Iba girando la muñeca en señal de dolor, era un sonido crujiente el que me impedía parar, una nueva adicción, una distracción en la avenida larga con el escenario que no cambia, como en aquella caricatura antigua, donde parecía que el ladrillo desgastado a mi derecha y el sedan azul a la izquierda se repetía cada 33 pasos.

Al dar vuelta en la esquina del super entré a un nuevo montaje, el cúbito ya había dejado de divertirme, era tiempo de ver cuánta piel se puede despegar del labio inferior.